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martes, 2 de noviembre de 2010

APRENDIENDO DE LA PALABRA DE DIOS


Desde hace algunas semanas, estoy acompañando a Maricarmen, una persona con algunos problemas personales. Esto me ha dado la oportunidad de darle a conocer la Palabra, no porque no sea practicante, sino porque nunca había sacado el provecho que la Palabra de Dios hace cuando se lee, medita, ora y aplica. Es el método de la Lectio divina, pero de una forma muy simple, con unos textos muy selectos.

Uno de ellos es Oseas 11. Recuerdo que lo he utilizado en muchas ocasiones para dar cuenta del modo en que Dios nos acerca y mantiene cerca de Él: "con lazos de ternura". Es grato ver que cuando un corazón está dispuesto y se muestra receptivo a la Palabra, ésta da mucho fruto, da fruto en abundancia.

No ha hecho falta introducir mucho lo que el texto nos dice, para que Maricarmen haya applicado esa palabra a su vida, la haya contrastado con situaciones muy comunes, cotidianas, y ha hecho que disfrute verdaderamente de esa Palabra que Viva y eficaz.

En otra ocasión le he propuesto meditar sobre Isaías 49, especialmente el versículo 16: "Fíjate, te llevo tatuada en la palma de mis manos". Dios nos tiene allí en sus manos, tiene nuestros nombres, a nosotros mismos tatuados, grabados, y está continuamente fijando su mirada allí donde estamos.

¿Cómo no exclamar como Jesús: Te alabo, Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos, y se lo has revelado a la gente sencilla"? Dios hace grandes cosas, desde las experiencias que puedan parecernos más triviales: regalar unas flores, saludar con alegría a alguien, comprarle un pequeño presente, o como me confiaba Maricarmen: la delicadeza de una persona cercana a ella, que por respetar lo que hacía en la cocina, esperaba a que acabara para coger un vaso. Lo que le había parecido antes un detalle absurdo -el esperar y no interrumpirla- ahora se llenaba de sentido, cuando entendía que lo hacía por respeto hacia ella, hacia lo que hacía, hacia su tiempoo y sus espacios.

Comparto con ella una hora a la semana, en la que conversamos de cómo le ha ido en su semana, y Dios no deja de regalarme esas pequeñas grandes intuiciones de la lectura de su Palabra. Si de un sólo versículo de su Palabra podemos sacar tanta enseñanza, imaginemos cúanto se logrará de una lectura constante, continua, prolongada y profunda.

¡Que nos animemmos a alimentarnos de su Palabra, y esa Palabra será nuestra medicina y nuestra riqueza!

DWV

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