viernes 25 Junio 2010
Viernes de la XII Semana del Tiempo Ordinario
Evangelio según San Mateo 8,1-4.
Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguió una gran multitud. Entonces un leproso fue a postrarse ante él y le dijo: "Señor, si quieres, puedes purificarme". Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado". Y al instante quedó purificado de su lepra. Jesús le dijo: "No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que ordenó Moisés para que les sirva de testimonio".
COMENTARIO
Siempre me ha encantado este pasaje del Evangelio. Me imagino a aquel pobre leproso, que tiene que ir por las calles, cuando alguna circunstancia especial lo amerita -si no, debe estar apartado, junto a otros enfermos como él-, gritando "Impuro, impuro", viendo y sintiendo que la gente se aparta, lo mira con desprecio o quizás con lástima...Y se acerca a Jesús, a aquel de quien le han dicho que "hace milagros"..."si quieres...." le dice, "si no te causo desprecio, repulsión, asco...si quieres.."
Jesús le mira con ternura, con dulzura, con amor...Y hace el gesto que no esperaba aquel hombre enfermo, se acerca y le toca..."Cuánto tiempo sin que alguien me viera de esa manera, cuántos años sin que nadie se acerque, cuánto tiempo sin sentir el contacto de alguien...sin sentirme impuro, sin sentirme rechazado..."
"Quiero" dice Jesús, porque Él lo quiere, Él lo desea... Y se produce el milagro, el milagro del amor, de la ternura, del abrazo, del "estoy contigo, a tu lado, cuenta conmigo"....
Y el corazón del leproso, que estaba más enfermo que su piel, quedó sano, lleno de Gracia, de Amor, de Vida... Ahora podría volver a acercarse a su familia, a los suyos, abrazarles, besarles, y de sus labios surgiran palabras de agradecimiento y de bendición para aquel que se acercó con un toque de Amor y le sanó.
No importa cómo puedan verte los demás, o incluso cómo puedas verte tú. Dios quiere acercarse a tocar tu vida y sanarla, llenarla de ternura, tocarte y decirte "Quiero".."Quiero que vivas bien, que vivas sano, que vivas feliz, que vivas próspero, que vivas alegre, que vivas en paz...Quiero" DWV
«El Señor lo tocó diciendo: ¡Quiero, queda limpio!»
Antes que brillara la luz divina,
no me conocí a mi mismo.
Viéndome en tinieblas y cárcel,
encerrado en un lodazal,
cubierto de suciedad, herido, hinchada mi carne...,
caí a los pies de aquél que me había iluminado.
El que me había iluminado toca con sus manos
mis ligaduras y mis heridas;
lo que su mano toca y allí donde se acerca su dedo,
inmediatamente caen mis ligaduras,
las heridas desaparecen, y toda suciedad.
Desaparece la suciedad de mi carne...
de tal manera que la hace semejante a su mano divina.
Extraña maravilla: mi carne, mi alma y mi cuerpo
participan de la gloria divina.
Desde que he sido purificado y desembarazado de mis ligaduras,
ahí está tendiéndome una mano divina,
me retira enteramente del lodazal,
me abraza, se me echa al cuello,
me cubre de besos (Lc 15,20).
Y a mí que estaba totalmente agotado
y que había perdido mis fuerzas,
me sube sobre sus espaldas (Lc 15,5),
y me lleva fuera de mi infierno...
Es la luz que me lleva y me sostiene;
ella me arrastra hacia una luz grande...
Me hace contemplar por qué extraño remodelaje
él mismo me ha formado de nuevo (Gn 2,7)
y me ha arrancado de la corrupción.
Me ha hecho el don de una vida inmortal
y me ha revestido de un traje inmaterial y luminoso
y me ha dado unas sandalias, un anillo y una corona
incorruptibles y eternas (Lc 15,22).